Pan vivo que descendió del cielo
Cuando conocemos a Dios a través de Su Hijo Crucificado es que nos alimentamos del verdadero pan y de la verdadera bebida que satisface nuestro corazón.
Juan 6:51
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”.
En el evangelio de Juan capítulo 6 vemos una historia sorprendente. Jesús alimenta a una gran multitud que le seguía, multiplicando en gran manera cinco panes y dos peces que tenían a la mano. Todos quedaron satisfechos y hasta hubo sobras. Siendo aproximadamente cinco mil varones, sin contar mujeres y niños. Todos pudieron presenciar el asombroso milagro que Jesús había hecho y lo halagaban por aquello. Mucha gente estaba siguiendo a Jesús, pues su fama se había extendido en aquella región, escuchando y viendo los milagros que Él hacía. Al día siguiente, puesto que Jesus había multiplicado los pocos panes y peces, la gente lo buscaba de tal manera que viajaron de su lugar a otra ciudad en barcas, todo con tal de volverse a encontrar con Jesús.
Hallándolo, le dijeron “Rabí ¿cuándo llegaste acá?” (Jn. 6:25). Conociendo Jesús sus corazones, les respondió “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Jn. 6:26). Jesús en vez de darles una respuesta concreta a su pregunta, prefiere responderles a sus corazones, pues sabía que lo buscaban únicamente por que se habían saciado con la comida que milagrosamente les había dado. Ellos estaban más interesados por los hechos milagrosos y por el deseo de un rey que los liberará de la opresión romana (v. 14, 15) que por la sabiduría de Sus palabras y la revelación de sus obras milagrosas. Palabras y obras que señalaban al Mesías que habría de venir, que derrocaría la verdadera opresión: el pecado. El Mesías que traería eterna vida y reconciliación con Dios.
Muchas veces yo he sido como esa multitud, mi enfoque está en lo que Dios me puede dar o en que me saque de algún apuro o algún problema que podría estar atravesando. Lamentablemente, vemos más belleza en las dádivas que en el Dador. Encontramos mayor satisfacción en las obras que en Jesús mismo.
El Pan Vivo Partido es el que desciende del Cielo
“Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”. (Juan 6:33). El verdadero pan es Jesús mismo. En la sola persona de Jesús deberíamos encontrar nuestra mayor satisfacción; en ese Hombre —sin sumarle nada más— deberíamos encontrar la belleza de Dios que irradie nuestro corazón. Sin embargo, debemos considerar lo siguiente si queremos encontrar la belleza y la satisfacción en el pan de Dios. Como en la multiplicación de los cinco mil, que no vieron la belleza del milagro hasta que el pan fue partido ni tampoco fueron alimentados y saciados hasta que el pan fue roto (Mat. 14:19), así nosotros, a menos que no veamos y recibamos al pan que descendió del cielo siendo partido, tampoco seremos impactados por la belleza de ese pan y ser verdaderamente saciados.
"... y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Jn. 6:51).
Parece que Jesús quiere reconocer que su carne partida (inmolada) levantada en la Cruz se vuelve verdadero pan vivificante que es dado al mundo ( Jn. 6:51). 1No es posible dar ese pan, no es posible el acceso a ese pan, no es posible quedar satisfechos de ese pan, no es posible entrar a una nueva vida por ese pan, a no ser que el pan sea partido, es decir, su carne crucificada. Entonces, es hasta que Jesús es partido en la Cruz, que realmente Él desciende como el verdadero pan del cielo que vivifica y satisface.
Jesús se presenta como la verdadera comida, y de hecho, también como la verdadera bebida (Jn. 6:55, y en cumplimiento a Isaías 55:1-2). Al personificar su carne como “pan” y su sangre como “bebida”, presupone que los afectos de nuestro corazón deben encontrar satisfacción en Jesús crucificado y resucitado, en afinidad a la satisfacción física-estomacal que es producida cuando comemos y bebemos buena comida. Nuestro corazón debe ir tras la belleza del Inmolado, nuestro pan verdadero, encontrarse con Él y ser satisfechos para la vivificación de todo nuestro ser. Aún más, a la luz de la resurrección, en el estado eterno, Jesús es para siempre el Cordero Inmolado de Pie (el que fue partido y resucitado) en el cual el cielo se satisface. (Apocalipsis 5:6, 9).
Saciándonos del Pan Vivo y Partido
Ahora bien, todavía hay algo más a considerar, ¿por qué el pan de vida sólo nos es concebido en el Cristo inmolado en la Cruz? Yo sugeriría lo siguiente. Solo es y únicamente en Cristo, tal como es presentado en el Evangelio, que la Gloria de Dios es dada a conocer (2 Co. 4:4, 6; Jn. 1:18; Jn. 17: 26; Ef. 3:19; He. 1:1-4). Y sólo cuando conocemos a Dios a través de Su Hijo Crucificado (la identidad culminante del Hijo) es que nos alimentamos del verdadero pan y de la verdadera bebida que satisface nuestro corazón. El artista gráfico y pastor Christopher Powers dice lo siguiente, 2“no debemos simplemente mirarlo [a Cristo] como nuestro salvador, sino recibirlo como nuestra satisfacción”. ¿Estoy más conforme con el pan de la multitud, o con el verdadero Pan que desciende del cielo? Jesucristo no es un medio para encontrar lo que debe satisfacernos, Jesucristo es el banquete mismo, el verdadero pan y la verdadera bebida.
Por todo lo anterior, ¿en la practicidad como es que llegamos a comer de su carne, el pan de vida? Yo diría, al sumergirnos (leer, estudiar, orar y meditar) en las Escrituras debemos procurar diligentemente ver a Jesucristo en cualquier texto que estemos leyendo. No estoy diciendo que debemos forzar el texto para obligatoriamente ver a Jesús, más bien, que toda la Escritura prepara, profetiza, simboliza, enfatiza, o reflexiona hacia Cristo, y a este crucificado (como diría Pablo, 1 Cor. 2:2). Queremos encontrar a Jesús porque Él es la vida, porque en Él estamos completos, pues toda la plenitud de la Deidad ha sido puesta en Él (Col. 2: 9-10). Queremos encontrarlo y comer de Él ¡porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura!”(Zacarías 9:17 ).
Ahora bien, ¿Por qué amas a Jesús? ¿Lo amas por quién es Él o por las cosas que te da? ¿Qué es lo que te motiva a amar a Jesús? Vamos más allá ¿si Dios nunca te diera lo que le pides aun así lo amarás? ¿Si no hubiera infierno aun así lo amarás? ¿Ves belleza en Jesús mismo, en ese Hombre que se dio por ti, sin sumarle nada? Si aun nos ves belleza en Jesús, pídele al Espíritu Santo que abra los ojos de tu corazón con un espíritu de sabiduría y revelación para un mejor conocimiento de Cristo (Ef. 1:17-18). Al final, solo es por el Espíritu Santo que podemos percibir la belleza de Cristo.
Para aterrizar te presento un 3poema que me lleva a alimentar mi fe con el Pan que da verdadera vida.
No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
Christopher Powers (18 de septiembre de 2020). Juan 6:51. Full Of Eyes. https://www.fullofeyes.com/john-651/
Christopher Powers (09 mayo de 2015). Apocalipsis 14:12. Full Of Eyes. https://www.fullofeyes.com/revelation-1412/
Directorio Franciscano (s.f.). No me mueve, mi Dios, para quererte. Obtenido el 12 de febrero de 2024: https://www.franciscanos.org/oracion/nomemueve.html